UN ROTULO INVISIBLE: PROHIBIDO ENTRAR A DISCAPACITADOS

Este 3 de Diciembre se conmemora “El día mundial de los discapacitados” y en nuestro país diversas asociaciones de discapacitados solicitaran a nuestros diputados la reforma de la ley que les atañe, lo que me ha hecho reflexionar sobre el poco cumplimiento a las disposiciones de la ley que se propone reformar y el triste esfuerzo empeñado por los organismos encargados de que esta ley se cumpla.

Desde hace unos cuatro años he tenido que irme acostumbrado a una discapacidad progresiva que me hace experimentar en carne propia las muchas dificultades de las personas discapacitadas, confieso que es un tema que difícilmente puedo tratar con fría calma

Hace pocos días leí con gran satisfacción un artículo sobre el progreso de mi Alma Mater, la UCA, en donde destacaba una foto aérea de las instalaciones físicas, recordé cuando ingresé por primera vez a la casona ubicada cerca del Teatro Margot en 1961. Y los íngrimos tres pabellones a los que nos trasladamos en ese terreno que ahora muestra soberbias instalaciones.

Pero de inmediato vinieron a mi memoria las veces que últimamente he ido a mi querida UCA, asistiendo a eventos culturales o a reuniones con nuestra asociación de profesionales, etc. Entonces sentí la barrera arquitectónica infranqueable que hay ahora que tengo que movilizarme en una silla de ruedas.

Del área de estacionamiento a cualquier lugar ya hay un primer obstáculo, ninguna cuneta tiene rampa para silla de ruedas, ni que decir ante los grandiosos pero inalcanzables escalones de la entrada al Instituto de Historia. Hay salones para infinidad de usos pero ningún pasillo, andén o jardín cuenta con las rampas necesarias.

¿Y si yo fuese hoy la joven bachiller que ingresa por primera vez a la UCA?, supongo que no podría ni matricularme, también serian prohibitivas para mi algunas carreras o cursos que se imparten en segundos y terceros pisos. Contradiciendo el espíritu Ignaciano de solidaridad que en esa casa de estudios se aprendí.

Pero no digo que solo la UCA, mi UCA tenga esos defectos tan discriminantes, en otros centros de estudios no se lee pero se siente también ese rótulo invisible: Prohibido entrar a discapacitados.

Durante la gestión edilicia de Herty Lewites hubo algunos avances pero para mí desconcertantes. De la Rotonda el Güegüense hacia el sur, del lado oeste, hay rampas para discapacitados en las boca calles, perfectamente señaladas, pero dándole seguimiento encontré que estas obras daban vuelta hacia el oeste en la Rotonda del Periodista y después se perdían.

Me pregunto ¿qué discapacitado en silla de ruedas aparecería por arte de magia en la Rotonda del Güegüense y tomaría ese largo y empinado paseo? Es para mi tan surrealista como el semáforo para ciegos ubicado en la agitada esquina frente al Pharahón.

Es cierto que cerca está el Instituto de Ciegos Maricela Toledo, pero ese semáforo, que no se si todavía esta ahí, ¿le serviría a un no vidente para cruzar esa vorágine de tráfico? ¿Cómo escalará el alto bulevar en el centro de ese trozo de la carretera a Masaya? ¿Y después, como cruzara la siguiente vía?

Tenemos ordenanzas que exigen medidas para que todo sitio de uso público tenga rampas de acceso y la Alcaldía tiene que supervisar su puesta en práctica. Cuando yo no tenía que usar una silla de ruedas, no me daba cuenta casi todas las rampas que poseen algunos negocios, hospitales, cines, restaurantes, etc. tienen un ángulo de unos 45 grados de pendiente, que solamente un atleta en buena forma y sin impedimentos físicos puede subir. Infranqueables por la ley de gravedad para un discapacitado.

Aunque hable de la discapacidad motora que es la que hoy experimento pienso en los problemas de los no videntes, de los sordos, mudos y discapacitados mentales. Hay mucho cuidado con el vocablo con que designarnos pero ningún cuidado en cumplir las leyes particulares y el principio constitucional de velar por la participación, desarrollo y derechos de los discapacitados.

Algunos centros de compras tienen, al fin, lugares en los estacionamientos destinados a nosotros, con una gran señal en blanco sobre azul que simboliza una silla de ruedas, generalmente dichos estacionamientos están ocupados. He tenido la curiosidad de buscar en el interior de los locales al colega en silla de ruedas, o con su bastón o andarivel, o el no vidente con su bastón blanco y muchas veces solo hay saludables y jóvenes clientes.

La ultima vez que fui al Mercado Huembes las gradas entre módulo y módulo me detuvieron, en el Oriental me desanimé al acercarme, los apresurados vendedores, el montón de suciedad en el suelo y el rápido accionar de asaltantes, me hicieron desistir.

Y me doy cuenta de que yo estoy en una situación privilegiada, puedo andar en auto, pude comprarme una silla de ruedas. Pero ¿Qué pasa en el campo con las victimas de las minas personales? ¿O con los adultos y niños victimas del Nemagon?

Si de casualidad un taxi quiere llevarles no tienen como pagarlo, ni pensar en los buses que si malmatan a un avisado usuario que esta acostumbrado a jugárselas subiendo y bajando de esos bólidos, como se las vería un discapacitado al subir o bajar, si es que se detienen por él.

He visto a personas en silla de ruedas que tienen que usar las calles, como si fueran autos, exponiendo su vida porque las aceras están desechas o han sido usadas como estacionamiento o como parte de un bar o un negocio.

Entiendo que Nicaragua tiene un 10% de discapacitados, este porcentaje no tiende a disminuir aun sin la guerra, por con el incremento de los accidentes de tráfico, la presencia de enfermedades discapacitantes. Nicaragua ha desterrado la polio hace un par de décadas, pero los sobrevivientes de la polio de las grandes plagas de los 40, de los 50, que arrasaron hasta con un presidente estadounidense, hoy comenzamos a sufrir el Síndrome Post Polio y nos volvemos discapacitados después de haber obtenido casi plenas facultades con la rehabilitación.

Sobre el Síndrome Post Polio, triste es decirlo, mientras en otros países tienen hasta hospitales de diagnostico, tratamiento y rehabilitación, centros de investigación y el gobierno proporciona ayuda económica y atención a quienes lo sufren, en nuestro país muy pocos de nuestros ortopedistas, fisiatras, neurólogos, lo conocen. Le quedan viendo a uno sin entender los síntomas que explicamos y generalmente nos remiten al psicólogo porque tal vez no es más que un hipocondríaco.

Confío en que pronto logre ver o mejor dicho dejar de sentir esos rótulos invisibles de “Prohibido el Pase a discapacitados”

En el Día Internacional de Discapacitado
Diciembre 3 del 2008

Maria Elsa Vogl Montealegre

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