I
Recientemente leímos una carta abierta que circula en la red escrita por Florence Thomas, magister en psicología de la Universidad de París y Coordinadora del grupo Mujer y Sociedad de Colombia. La carta estaba dirigida a Amparo Grisales, colombiana, actriz de televisión, presentadora de show televisivos y Embajadora de Buena Voluntad de la ONU.
En ella encontramos reflexiones muy realistas en las que resalta la necesidad de una coherencia entre el cuerpo y el discurso, entre el rostro marcado por la vida y las huellas inscritas en la memoria.
II
Reclama Thomas a Grisales el lanzamiento de la campaña del nuevo producto de belleza para conservar la juventud eternamente. Y le dice a Grisales que está muy linda a sus 50, (aunque su edad ha sido un misterio muy bien guardado.) Pero además la Thomas, a los 68 años que carga, se pregunta: ¿para qué la eterna juventud?
Y se interroga a si misma ¿Qué haría yo con una eterna juventud? Contestándose “Prefiero mil veces mis arrugas, mi piel no tan firme, mis gorditos en la cintura, mis amigas que envejecen conmigo y mis amigos que siguen creyendo que nosotras las mujeres somos las únicas que envejecemos”.
III
Esto que para muchos parecerá un asunto trivial, mueve sumas multi millonarias en el mundo de la moda y la belleza, especialmente en productos con propiedades casi mágicas para detener el tiempo e incluso volverlo atrás. No se diga en el ramo de la cirugía estética que plancha arrugas, estira, levanta, corta, aumenta o disminuye lo que sea preciso a gusto del paciente.
También expone a peligros innecesarios a jovencitas núbiles que lucen implantes de silicona redondos y erguidos, todas casi iguales, emulando a damas mayores y a veces muy mayores que lucen escotes desbordantes. En ambos casos obviamente no naturales. Pero es símbolo del estatus.
IV
Comentábamos recién que para la moda actual ya no se tiñe el cabello para pasar por rubia, pelirroja o trigueña auténtica, sino que se dejan las raíces del color natural u otro color apetecido porque lo importante no es parecer natural, sino que se note que quiso teñirse y quizás que se tienen los recursos para ello.
Una cintura de avispa por unas costillas menos, o un hermoso trasero que algún día puede desinflarse y peor aun causar perjuicio a la salud, como ha pasado con famosas divas del cine y de la moda, son asuntos de peccata minuta.
V
Llegamos al casi convencimiento de que las mujeres no pasan hambre y atentados a su salud con el fin de lucir delgadas para atraer a los hombres, sino para atraer la envidia de otras mujeres, así como los musculosos galanes del fisicoculturismo pasan trabajos y hasta se ayudan con esteroides, no para conquistar damas, sino para envidia de otros hombres.
Y quizás los caballeros para estar de acuerdo con el estereotipo prefieran lucir acompañados de jóvenes doncellas de salientes huesos pero rellenos bustos, que con damas quienes por su ingenio y experiencia puedan ponerles en un aprieto.
No negamos que hay damas que se atreven a lucir del brazo de fornidos galanes que quizás en algún momento se quitaron la ropa entre enardecidos aplausos de otras enfebrecidas féminas. Es el signo de los tiempos.
VII
Florence Thomas no es de las damas que envidiosamente critican los esfuerzos estoicos de aquellas que dejan la piel, el apetito y lo que sea para lucir eternamente jóvenes, ella acepta que para Amparo, su cuerpo es una de sus principales herramientas de trabajo, reconoce que admira sus capacidades actorales e histriónicas que se han visto y alabado en decenas de series y películas. Agrega que su belleza es importante, pero no la belleza que hoy se nos quiere vender con los nuevos productos para conseguir una eterna juventud.
Estamos de acuerdo con Florence del daño que generan para las mujeres comunes y corrientes todos estos comerciales y las figuras femeninas de medidas perfectas. No son pocos los ejemplos de jóvenes modelos sacrificadas en aras de esa delgadez inalcanzable y a la que llegan con la muerte.
VIII
Nos hemos preocupado al escuchar comentarios de niñas de 8 a 12 años angustiadas por su peso, su volumen y midiendo su cintura ante la fotografiá de una estrella pop adolescente. Y nos acompaña en nuestra inquietud la Thomas preguntándose “¿para qué seguir alimentando imaginarios que en lugar de hacernos sentir bien con nosotras mismas, nos obligan a estar atentas a la secular mirada masculina y a depender del estereotipado deseo de otros fijado en la casi mayoría de las expresiones de la cultura?”.
Y agrega “cada vez más, feministas o no, hemos aprendido a aceptar, asimilar y asumir nuestra edad, nuestros años y las huellas de ellos, estas huellas biográficas que nos permiten leer o adivinar la riqueza de una vida llena”.
IX
Ya no es tan difícil, afortunadamente, encontrar algunos hombres con imaginación que aprecian los años y sus huellas, aquellos que aceptan a mujeres cuyos muslos no son tan firmes, cuya piel se marca con algunos surcos en la esquina de su mirada, pero tienen un mundo para contarles y no juegan a parecer lo que ya no son.
X
Nos tienta oponerle a Neruda nuestro: me gustas cuando hablas porque estas como presente Y desdecir a Rubén con un: madurez divino tesoro, dichosos los que hasta a ti hemos llegado.
Managua, en las primeras lluvias de mayo de 2011
Neville Cross y María Elsa Vogl
Miembros del Centro Nicaragüense de Escritores
El otro dia me encontre una revista con un articulo sobre Marilyn Monroe. En la misma revista había un anuncio de perfume femenino. El anuncio mostraba una modelo que hacia gala de rodillas y codos huesudos, dando un aspecto demacrado. Talvez en la pasarela erguida no hubiese sido tan notorio. Marilyn con sus curvas era toda una mujer. La otra es una percha, un espanta-pájaros, ni el maquillaje logra cubrir la cara de enfermedad, de tristeza.
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